Se duchó y se tumbó desnuda sobre la cama.
El empezó a besarla por los dedos de los pies.
Los besó uno a uno, pausadamente.
La siguió besando por las espinillas, le beso los gemelos, le beso las rodillas.
Así poco a poco.
Se tomó su tiempo
Para besarla a toda ella.
Se había dado cuenta de que amaba cada rincón de ese cuerpo,
cada centrímetro cuadrado de la piel que la envolvía.
Se había dado cuenta de que jamás seria capaz de decírselo con palabras,
de sacar de dentro el huracán de amor que lo invadía.
Se había dado cuenta de que una piel como la suya solo entendería el lenguaje de otra piel.
Así que se lo dijo con los labios.
Ella ese día estaba cansada.
No escucho el huracán que le entraba por los poros de la piel.
Se quedo dormida.
Lucía
Precioso. Gracias.
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