Logró soltarse de las cuerdas que lo asfixiaban.
Saltó de la cama, corrió al teléfono, corrió descalzo,
la llamó, le gritó, le lloró,
saltó de la cama.
Cogió el teléfono, volvió a llamar, dijo que necesitaba verla, allí, aquí, ahora.
Le dijo que necesitaba verla, en la calle, bajo la noche,
entre los coches, bajo la luna,
entre la gente,
descalzo,
corriendo.
Ella saltó de la cama, bajó a la calle,
oscura llena de gente,
corrió y corrió,
lo encontró,
mojado por la noche, por la lluvia, por los coches, por la gente.
Se besaron, se besaron como solo se besa quien se ha echado de menos,
utilizando el beso como única forma de decir lo que no se puede decir,
como única forma de intentar salir del diccionario, que no se creó para amar.
Y sale de la lengua y del lenguaje, de los signos y los símbolos,
y la besa, la besa como solo se besa a quien se ha echado tanto de menos.
Ella solo llora.
Y deja caer la noche, y desvanecerse los coches, y las cuerdas, y la gente.
Lucia
CUANDO NO PUEDAS PENSAR, ESCRIBE
jueves, 27 de octubre de 2011
domingo, 9 de octubre de 2011
NIÑA ESTÚPIDA
Mírame a la cara, después de todos estos años,
y dime qué ves detrás de mis ojos,
los ojos que siempre te dibujaron de colores.
Saca todos los colores de mis ojos, y dime qué ves en tu figura
pintada en blanco y negro.
Lo más bonito de tu amor siempre fue tu forma de dibujarme,
de retratarme en tu imaginación,
de sacar de mí la niña perfecta que nunca fui.
Lo más bonito de mi amor siempre fue mi forma de adorar
el puto aura de locura que siempre te rodeó.
Nada más pretencioso, en la niña de colores,
que intentar entender una locura que jamás le perteneció.
Pero el amor, al final, siempre se basa en eso.
En niñas estúpidas tratando de entender a hombres mayores.
En hombres estúpidos tras la sombra de la niña antojosa.
En niñas y niños que se esconden para enseñarse lo mejor que tienen:
la sensibilidad y la fragilidad del humano enamorado.
Lucía
Para Luis, mi lector preferido.
y dime qué ves detrás de mis ojos,
los ojos que siempre te dibujaron de colores.
Saca todos los colores de mis ojos, y dime qué ves en tu figura
pintada en blanco y negro.
Lo más bonito de tu amor siempre fue tu forma de dibujarme,
de retratarme en tu imaginación,
de sacar de mí la niña perfecta que nunca fui.
Lo más bonito de mi amor siempre fue mi forma de adorar
el puto aura de locura que siempre te rodeó.
Nada más pretencioso, en la niña de colores,
que intentar entender una locura que jamás le perteneció.
Pero el amor, al final, siempre se basa en eso.
En niñas estúpidas tratando de entender a hombres mayores.
En hombres estúpidos tras la sombra de la niña antojosa.
En niñas y niños que se esconden para enseñarse lo mejor que tienen:
la sensibilidad y la fragilidad del humano enamorado.
Lucía
Para Luis, mi lector preferido.
domingo, 25 de septiembre de 2011
Manta de besos
Se duchó y se tumbó desnuda sobre la cama.
El empezó a besarla por los dedos de los pies.
Los besó uno a uno, pausadamente.
La siguió besando por las espinillas, le beso los gemelos, le beso las rodillas.
Así poco a poco. Se tomó su tiempo Para besarla a toda ella.
Se había dado cuenta de que amaba cada rincón de ese cuerpo,
cada centrímetro cuadrado de la piel que la envolvía.
Se había dado cuenta de que jamás seria capaz de decírselo con palabras,
de sacar de dentro el huracán de amor que lo invadía.
Se había dado cuenta de que una piel como la suya solo entendería el lenguaje de otra piel.
Así que se lo dijo con los labios.
Ella ese día estaba cansada.
No escucho el huracán que le entraba por los poros de la piel.
Se quedo dormida.
Lucía
El empezó a besarla por los dedos de los pies.
Los besó uno a uno, pausadamente.
La siguió besando por las espinillas, le beso los gemelos, le beso las rodillas.
Así poco a poco. Se tomó su tiempo Para besarla a toda ella.
Se había dado cuenta de que amaba cada rincón de ese cuerpo,
cada centrímetro cuadrado de la piel que la envolvía.
Se había dado cuenta de que jamás seria capaz de decírselo con palabras,
de sacar de dentro el huracán de amor que lo invadía.
Se había dado cuenta de que una piel como la suya solo entendería el lenguaje de otra piel.
Así que se lo dijo con los labios.
Ella ese día estaba cansada.
No escucho el huracán que le entraba por los poros de la piel.
Se quedo dormida.
Lucía
jueves, 15 de septiembre de 2011
24 HORAS
Dame tan solo 24 horas de tu vida.
Dame 24 horas, 24 horas de tu vida, de tu vida sin rumbo, de tus horas sin hora.
Dame 24 horas para que pueda guardarte por siempre,
24 horas de tu olor y de tu sonrisa,
24 horas de dolor de barriga medio de nervios, medio de risas.
Dame 24 horas de tu vida y déjame que me las coma,
que te respire bien fuerte, que te haga cosquillas con mi pelo,
y déjame que te quiera 24 horas sin pensar en por qué no debo quererte.
Déjame que te toque la piel que habitas,
las manos que gastas,
los ojos que al mirarme me devuelven el mejor de mis reflejos.
Y tras esas 24 horas
no vuelvas a llamar,
no vuelvas a acercarte,
no vuelvas a tocarme,
no vuelvas a mirarme con tus ojos espejo, que me deforman,
haciéndome parecer una princesa.
Una princesa sin ti.
Lucia
Dame 24 horas, 24 horas de tu vida, de tu vida sin rumbo, de tus horas sin hora.
Dame 24 horas para que pueda guardarte por siempre,
24 horas de tu olor y de tu sonrisa,
24 horas de dolor de barriga medio de nervios, medio de risas.
Dame 24 horas de tu vida y déjame que me las coma,
que te respire bien fuerte, que te haga cosquillas con mi pelo,
y déjame que te quiera 24 horas sin pensar en por qué no debo quererte.
Déjame que te toque la piel que habitas,
las manos que gastas,
los ojos que al mirarme me devuelven el mejor de mis reflejos.
Y tras esas 24 horas
no vuelvas a llamar,
no vuelvas a acercarte,
no vuelvas a tocarme,
no vuelvas a mirarme con tus ojos espejo, que me deforman,
haciéndome parecer una princesa.
Una princesa sin ti.
Lucia
domingo, 28 de agosto de 2011
Al teléfono
La llamó unos meses después, tras pelearse con el teléfono varios días y le hizo el amor por teléfono, abriéndose el corazón a arañazos, arañazos sangrantes que lo dejaban sin respiración.
Su barba seguía encrespada. El teléfono era una herramienta fría con la que desaturar su cabeza de tanta frustración.
Ella también le hizo el amor por teléfono, esta vez sin gafas de sol, mostrándole al auricular su cara y bañándolo de lágrimas sin complejos. Él se bebió sus lágrimas desde el otro lado. Le supieron tan ricas como siempre.
La conversación fue eterna, a ratos ni hablaban. Se oían respirar. Cuando tocó colgar ella le repitió que quería ser su princesa eternamente. El nudo de la garganta del chico de la barba rebelde no le dejó contestar y le hizo colgar el teléfono sin una palabra. Ella entendió su silencio. Al fin y al cabo, siempre había entendido sus silencios.
Lucia
Su barba seguía encrespada. El teléfono era una herramienta fría con la que desaturar su cabeza de tanta frustración.
Ella también le hizo el amor por teléfono, esta vez sin gafas de sol, mostrándole al auricular su cara y bañándolo de lágrimas sin complejos. Él se bebió sus lágrimas desde el otro lado. Le supieron tan ricas como siempre.
La conversación fue eterna, a ratos ni hablaban. Se oían respirar. Cuando tocó colgar ella le repitió que quería ser su princesa eternamente. El nudo de la garganta del chico de la barba rebelde no le dejó contestar y le hizo colgar el teléfono sin una palabra. Ella entendió su silencio. Al fin y al cabo, siempre había entendido sus silencios.
Lucia
jueves, 28 de julio de 2011
DOLOR
Solo le quedaba consolarse pensando en que todo en esta vida tiene un principio y un fin. Al menos el fin lo habían escrito ellos. Creer en el destino habría sido puro teatro.
Echar de menos le parecía un verbo demasiado suavón. El ardor en el pecho, la sensación de vacío, de caos, de vida sin sentido, el camino sin fin y el rumbo sin norte. Las mejillas coloradas, llenas de lágrimas, el corazón roto. Aquello no podía ser echar de menos. Aquel sentimiento desgarrador, que comenzaba en su pecho y llegaba hasta la garganta, le nublaba los ojos, le encendía las mejillas. Su piel dorada, ayer de él, había pasado a no pertenecer a nadie, a ser simplemente su piel, la barrera que separaba aquel corazón caótico de cualquier otra realidad.
Subió hasta lo más alto, seguía llorando, iba descalza. El viento le llevaba la melena a la cara y no la dejaba ver. Su vestido era blanco, largo, se movía con el viento, en un vaivén absurdo, casi tan absurdo como sus pensamientos, que solo querían saltar, saltar al vacío, dejar de existir para dejar de sentir dolor.
Una vez arriba, no pudo saltar. Se tiró al suelo, lloró y lloró. Al final se quedó dormida.
Cuando despertó por la mañana seguía siendo ella. Se tocó el pelo, miró su vestido, se puso las sandalias. Bajó andando lentamente. El sol le tocó los labios y tuvo que saborearlo.
Siempre queda otro amanecer. De repente se alegró de no haber saltado.
Lucía
Echar de menos le parecía un verbo demasiado suavón. El ardor en el pecho, la sensación de vacío, de caos, de vida sin sentido, el camino sin fin y el rumbo sin norte. Las mejillas coloradas, llenas de lágrimas, el corazón roto. Aquello no podía ser echar de menos. Aquel sentimiento desgarrador, que comenzaba en su pecho y llegaba hasta la garganta, le nublaba los ojos, le encendía las mejillas. Su piel dorada, ayer de él, había pasado a no pertenecer a nadie, a ser simplemente su piel, la barrera que separaba aquel corazón caótico de cualquier otra realidad.
Subió hasta lo más alto, seguía llorando, iba descalza. El viento le llevaba la melena a la cara y no la dejaba ver. Su vestido era blanco, largo, se movía con el viento, en un vaivén absurdo, casi tan absurdo como sus pensamientos, que solo querían saltar, saltar al vacío, dejar de existir para dejar de sentir dolor.
Una vez arriba, no pudo saltar. Se tiró al suelo, lloró y lloró. Al final se quedó dormida.
Cuando despertó por la mañana seguía siendo ella. Se tocó el pelo, miró su vestido, se puso las sandalias. Bajó andando lentamente. El sol le tocó los labios y tuvo que saborearlo.
Siempre queda otro amanecer. De repente se alegró de no haber saltado.
Lucía
lunes, 25 de julio de 2011
Poker
Llevaba aquel sombrero que lo hacía parecer misterioso. Fumaba sin parar y bebía pausadamente. Solo miraba las cartas una vez. La gabardina lo tapaba hasta las orejas. Era de los que pensaba que en el juego hacia más tu expresión que tus cartas. Habría llevado gafas de sol si no fuera porque aquel antro era más oscuro que su propia habitación. Aquel sótano oscuro lleno de humo no tenía ni un poco de aire para respirar.
Mientras le repartían las cartas miraba al infinito. Jugarse su alma en una partida de poker parecía de lo más arriesgado. Pero a él le daba igual. Una vez perdido el amor, perdidas las ganas, perdida la esperanza, el hombre echa cualquier cosa encima de la mesa con tal de seguir jugando. Ahí va mi alma.
Lucia
Mientras le repartían las cartas miraba al infinito. Jugarse su alma en una partida de poker parecía de lo más arriesgado. Pero a él le daba igual. Una vez perdido el amor, perdidas las ganas, perdida la esperanza, el hombre echa cualquier cosa encima de la mesa con tal de seguir jugando. Ahí va mi alma.
Lucia
martes, 12 de julio de 2011
MEDICINA
Cuando decidí estudiar medicina nunca habia tenido aquello que llamaban 'vocación', que parecía ser, según todos, absolutamente fundamental para ser médico. Aquella palabra, vocación, me sugería a un niño de 3 años con un fonendo de jugete colgado al cuello diciendo 'papá, yo de mayor quiero ser médico', y así todos los años de su vida hasta cumplir 18 y lograr entrar en la carrera. Yo de pequeña quería ser taxista para llevar a todo el mundo a su casa. Mierda. Ni rastro de vocación.
Empecé a pensar en estudiar medicina en segundo de bachillerato, y lo que empezó como una vaga idea acabó convirtiéndose en un reto, y el reto, con los meses, en realidad.
Entré en la carrera cagada de miedo, pensando que era demasiado sensible para ser médico, y que tal vez no aguantaría, me echaría a llorar, tendría que acabar en un laboratorio.
Y después de cuatro años de carrera, dos de ellos con prácticas, una ya tiene claro lo que es la vocación. O que sea lo que sea, la tienes.
Querer ser médico no es más que querer estar en contacto con la gente, y con los conocimientos que se han ido adquiriendo a lo largo de los años, tratar de mejorar su vida. Prevenir, cuando no se pueda, curar, y cuando no se pueda, cuidar.
Estar en contacto con la enfermedad, la tristeza y la muerte no me hace más que sacar de dentro felicidad y fortaleza, ganas de agradecer a la vida todo lo bueno, fuerzas para luchar contra lo que venga.
Hoy he visto a un niño de 6 años sin pelo luchar contra una enfermedad con una sonrisa en la cara ¿cómo no lo vas a hacer tú?
Lucía
Empecé a pensar en estudiar medicina en segundo de bachillerato, y lo que empezó como una vaga idea acabó convirtiéndose en un reto, y el reto, con los meses, en realidad.
Entré en la carrera cagada de miedo, pensando que era demasiado sensible para ser médico, y que tal vez no aguantaría, me echaría a llorar, tendría que acabar en un laboratorio.
Y después de cuatro años de carrera, dos de ellos con prácticas, una ya tiene claro lo que es la vocación. O que sea lo que sea, la tienes.
Querer ser médico no es más que querer estar en contacto con la gente, y con los conocimientos que se han ido adquiriendo a lo largo de los años, tratar de mejorar su vida. Prevenir, cuando no se pueda, curar, y cuando no se pueda, cuidar.
Estar en contacto con la enfermedad, la tristeza y la muerte no me hace más que sacar de dentro felicidad y fortaleza, ganas de agradecer a la vida todo lo bueno, fuerzas para luchar contra lo que venga.
Hoy he visto a un niño de 6 años sin pelo luchar contra una enfermedad con una sonrisa en la cara ¿cómo no lo vas a hacer tú?
Lucía
domingo, 3 de julio de 2011
MONTAÑA DE HOJAS MARRONES
Se despertó desnuda encima de una montaña de hojas marrones. Abrió los ojos sin saber dónde estaba, sin reconocer aquel bosque otoñal y sin poder imaginar cómo habría llegado hasta allí. Lo peor fue darse cuenta de que no sentía nada. Ni hambre ni sed, ni sueño, ni alegría ni pena. No sentía miedo por estar sola, ni pudor por estar desnuda. No sentía sus lágrimas caer por sus mejillas, no sentía.
Estaba segura: mientras dormía en aquel bosque le habían robado el corazón.
Lucía
-El problema de no sentir-
Estaba segura: mientras dormía en aquel bosque le habían robado el corazón.
Lucía
-El problema de no sentir-
martes, 21 de junio de 2011
SUS OJOS
Fue entonces cuando se tuvo que poner las gafas de sol. Sus ojos iban a empezar a hablar.
Lucia
Lucia
martes, 14 de junio de 2011
LEJOS
Se montó en su coche verde, lo dejó allí, debajo de las montañas, iluminado apenas por los débiles rayos que quedaban. Él sacó un cigarrillo y la vio alejarse rápido en el coche por la carretera que separaba las montañas de la costa. Sabía que jamás la volvería a ver.
Se sentó en el suelo, encendió el cigarro y esperó a que terminase de irse el sol. Sus ojos no echaron ni una sola lágrima. Su cabeza dejó de pensar y su corazón dejó de sentir. Y pensó en aquella frase que ella había dicho un millón de veces 'cuando no puede ser no puede ser, y además es imposible'. Tuvo que sonreir. La jodida princesa de los pantalones de cuero siempre llevaba la razón.
Lucia
Se sentó en el suelo, encendió el cigarro y esperó a que terminase de irse el sol. Sus ojos no echaron ni una sola lágrima. Su cabeza dejó de pensar y su corazón dejó de sentir. Y pensó en aquella frase que ella había dicho un millón de veces 'cuando no puede ser no puede ser, y además es imposible'. Tuvo que sonreir. La jodida princesa de los pantalones de cuero siempre llevaba la razón.
Lucia
martes, 7 de junio de 2011
TU PRINCESA
- Aun así, no me importaría seguir siendo tu princesa eternamente -dijo la chica de los pantalones de cuero negro, mirándolo detrás de aquellas gafas de sol.
El sol ya estaba cansado, bajaba lentamente por detrás de las montañas, riéndose de la chica de los pantalones de cuero negro, por llevar aquellas gafas que ya no necesitaba.
Y tanto que las necesitaba. La chica de los pantalones de cuero negro nunca mostraba sus ojos, porque sus ojos eran verdades, y ella una chica de misterios.
El chico de la barba rebelde sonrió. Él no llevaba gafas de sol porque no las necesitaba. Sus ojos oscuros no tenían la transparencia de los de ella.
- Sabes que lo serás.
Lucia
El sol ya estaba cansado, bajaba lentamente por detrás de las montañas, riéndose de la chica de los pantalones de cuero negro, por llevar aquellas gafas que ya no necesitaba.
Y tanto que las necesitaba. La chica de los pantalones de cuero negro nunca mostraba sus ojos, porque sus ojos eran verdades, y ella una chica de misterios.
El chico de la barba rebelde sonrió. Él no llevaba gafas de sol porque no las necesitaba. Sus ojos oscuros no tenían la transparencia de los de ella.
- Sabes que lo serás.
Lucia
domingo, 29 de mayo de 2011
LA MELENA ROJA
Se le ha quedado la melena roja toda alborotada, como a ella le gusta. Ya casi no le queda carmín en los labios. Prefiere no pensar por dónde irá el rimmel.
Se da la vuelta en la cama y tira de la sábana. Saca el pie por fuera para que le de el aire. Mira el móvil y sus pendientes en la mesilla. No piensa poner el despertador.
Él guarda silencio, está bocarriba y se pone el brazo bajo la cabeza. Tiene el pelo alborotado, como a ella le gusta. Duda, mueve la mano, vuelve a dudar. Mueve la mano, con la punta de los dedos le toca la espalda, recorre unos centímetros de su recta columna, duda, quita la mano, vuelve a meterla bajo la cabeza.
Ella está despierta. Hace como si no hubiese sentido la mano. Espera que él no haya notado que se le ha erizado la piel. Espera que él piense que está dormida. Espera que él no le hable -porque no sabe qué decirle-, espera que él no se levante de la cama, espera que no amanezca -para no tener que despertarse-, espera que su cabeza deje de pensar. Se queda dormida. Él le toca el pelo.
Lucia
Se da la vuelta en la cama y tira de la sábana. Saca el pie por fuera para que le de el aire. Mira el móvil y sus pendientes en la mesilla. No piensa poner el despertador.
Él guarda silencio, está bocarriba y se pone el brazo bajo la cabeza. Tiene el pelo alborotado, como a ella le gusta. Duda, mueve la mano, vuelve a dudar. Mueve la mano, con la punta de los dedos le toca la espalda, recorre unos centímetros de su recta columna, duda, quita la mano, vuelve a meterla bajo la cabeza.
Ella está despierta. Hace como si no hubiese sentido la mano. Espera que él no haya notado que se le ha erizado la piel. Espera que él piense que está dormida. Espera que él no le hable -porque no sabe qué decirle-, espera que él no se levante de la cama, espera que no amanezca -para no tener que despertarse-, espera que su cabeza deje de pensar. Se queda dormida. Él le toca el pelo.
Lucia
lunes, 16 de mayo de 2011
HISTORIA DE UN CORAZÓN
La decisión del equipo médico fue clara. Había que amputar. Los cirujanos no dudaron. Los médicos accedieron. Todos los demás solo sintieron impotencia. Era cierto que el órgano estaba demasiado dañado para ser viable.
Amputar no era una solución para ninguno. Ni siquiera para los que disfrutaban del manejo del bisturí. Amputar era simplemente la única salida.
Aquel órgano, ayer rojo, lleno de vida, bombeando sin parar, pasaría a ser un órgano inerte, a desintegrarse. El paciente jamás volvería a ser el mismo. No es fácil vivir sin corazón.
Fue una enfermera la que, delante de la mesa de operaciones, se atrevió a hablar. Le había parecido ver latir a aquel corazón muerto. Tal vez no latir, pero sí moverse. Tal vez solo un gesto agónico, un gesto intentando defenderse de aquel bisturí asesino, de aquellos que no confiaban en que podía seguir viviendo.
- Doctores, démosle una oportunidad. Este corazón aun puede latir.
Ni el prepotente del cirujano encargado de la operación fue capaz de negarse. Dejar a un hombre sin corazón sería la crueldad más grande de su carrera profesional.
En la sala de despertar el paciente abrió los ojos y se llevó la mano al pecho. Aunque débil, allí seguía latiendo algo.
Se levantó de la cama y salió a correr, con el pijama abierto, enseñando el culo.
Poco le importaba. Su corazón se merecía otra oportunidad. Tenía de aprovecharla.
Lucia
Amputar no era una solución para ninguno. Ni siquiera para los que disfrutaban del manejo del bisturí. Amputar era simplemente la única salida.
Aquel órgano, ayer rojo, lleno de vida, bombeando sin parar, pasaría a ser un órgano inerte, a desintegrarse. El paciente jamás volvería a ser el mismo. No es fácil vivir sin corazón.
Fue una enfermera la que, delante de la mesa de operaciones, se atrevió a hablar. Le había parecido ver latir a aquel corazón muerto. Tal vez no latir, pero sí moverse. Tal vez solo un gesto agónico, un gesto intentando defenderse de aquel bisturí asesino, de aquellos que no confiaban en que podía seguir viviendo.
- Doctores, démosle una oportunidad. Este corazón aun puede latir.
Ni el prepotente del cirujano encargado de la operación fue capaz de negarse. Dejar a un hombre sin corazón sería la crueldad más grande de su carrera profesional.
En la sala de despertar el paciente abrió los ojos y se llevó la mano al pecho. Aunque débil, allí seguía latiendo algo.
Se levantó de la cama y salió a correr, con el pijama abierto, enseñando el culo.
Poco le importaba. Su corazón se merecía otra oportunidad. Tenía de aprovecharla.
Lucia
jueves, 28 de abril de 2011
Cuando me pidió que escribiese algo...
Cuando me pidió que escribiese algo sobre alguno de sus dibujos pasé mucho rato mirándolos. Ya los había visto. Siempre admiré las líneas trazadas rápido, los dibujos a lápiz, los rayones de su bolígrafo. No pensé que dibujase tan bien en la sala de espera en la que lo conocí.
Se trataba de escribir sobre un dibujo que me inspirase. Así que no elegí el mejor. Los mejores ya están en su blog. Elegí aquel sobre el que creo que puedo decir algo. Y ahí va:
Tumbada bocabajo, apretando la piel contra una sábana blanca, no tiene nada que decirle a él, que la mira dejando los ojos en blanco, o en azul.
Echa humo por la boca, con un gesto casi desagradable. Aguanta el cigarro. Odia no poder echar las cenizas sobre la sábana blanca, esa contra la que se aprieta fuerte, odia no poder quemarla para borrar todas las huellas.
Sube los pies. La hace sentir más ligera. Mueve los pies. La hace darse cuenta de que sigue existiendo detrás de su nube de humo.
La nube de humo llega a la sábana, y como ambas son blancas, se fusionan. Otra huella que deja en aquella habitación: el olor de su cigarrillo, el que mete una y otra vez en su boca, dentro de aquella sábana, la puta sábana blanca que la une a la cama.
Tiene el pelo alborotado, le gustaría que le cayera sobre los hombros. No quiere soltárselo mientras él la mira. Quiere parecer indiferente, quiere fusionarse con la sábana, quiere olvidar que la noche que pasó en aquella habitación la hizo darse cuenta de lo vulnerable que el corazón es cuando se lo pone sobre una sábana blanca cerca de otro corazón.
Para Alex, en nuestro reto artístico =)
Lucia
lunes, 25 de abril de 2011
Vivir acelerada
El tiempo en la vida es lo único (lo único) que verdaderamente tenemos.
Y es que a veces la vida se acelera, se acelera. Vas corriendo, parriba, pabajo, mirando adelante, viviendo sin pasado ni futuro, solo viviendo, viviendo corriendo.
Y a veces la vida se para, el presente va tan lento que deja de existir, tan tan tan lento que solo se puede mirar atrás, porque nada ocurre, nada pasa (todo pasa). O va tan tan lento que solo existe ese momento, solo ese momento, los olores, las caricias, el tacto de ese momento.
A veces la vida se acelera, te olvidas de lo que eras, de quien eras, solo corres, corres hacia un futuro al que temes, al que no sabes enfrentarte, despojada de todas las telas que te cubren y te definen, de las telas pesadas que te hacen ser tú. Salir corriendo, tirarlas al suelo, correr desnuda.
Lucia
Y es que a veces la vida se acelera, se acelera. Vas corriendo, parriba, pabajo, mirando adelante, viviendo sin pasado ni futuro, solo viviendo, viviendo corriendo.
Y a veces la vida se para, el presente va tan lento que deja de existir, tan tan tan lento que solo se puede mirar atrás, porque nada ocurre, nada pasa (todo pasa). O va tan tan lento que solo existe ese momento, solo ese momento, los olores, las caricias, el tacto de ese momento.
A veces la vida se acelera, te olvidas de lo que eras, de quien eras, solo corres, corres hacia un futuro al que temes, al que no sabes enfrentarte, despojada de todas las telas que te cubren y te definen, de las telas pesadas que te hacen ser tú. Salir corriendo, tirarlas al suelo, correr desnuda.
Lucia
lunes, 11 de abril de 2011
El cristal con que se mire
Casi todo en esta vida depende del cristal con que se mire.
Cuando algunos dicen 'qué jodida es esta vida' la mejor respuesta es 'nadie dijo que fuese a ser fácil'. Y es que es la cruda realidad. Nadie dijo que fuese a ser fácil.
Teniendo en cuenta que la vida empieza como una putada, un parto, un estrés, salir de tu morada calentita, silenciosa, bien nutrida, cómo iba a ser fácil. Salir a este mundo cruel, como dicen algunos, salir al ruido, a tener que buscarse el alimento (ésto último culpa de Adán y Eva), a querer o no querer, a elegir y como consecuencia de elegir, a equivocarse. Y es que nadie dijo que fuese a ser fácil.
La infancia, la adolescencia, la juventud. No hablemos más allá, que aún no lo conocemos. La vida, en general, llena de altos y de bajos, de momentos de felicidad, de tristezas. Algún golpe de vez en cuando. Algunos golpes demasiado duros.
La vida, en sí misma, no es ni buena ni mala. Y es que casi todo en esta vida depende del cristal con que se mire.
Podriamos tirarnos la vida lamentándonos de nuestras desgracias, de que llueva, de que no me quiera el que quiero que me quiera, de las esperas, de tanto hijo de puta suelto. Y podemos apreciar un dia de sol, pensar que el que quiero que me quiera tal vez sea mejor que no me quiera (sobre todo si no te quiere), que en las esperas es donde surgen las más grandes ideas, que por cada hijoputa hay al menos una persona que merece la pena (o dos, o más).
Podríamos ver el cielo, apreciar que sea azul, mirar el mar, apreciar que esté mojado, el sol caliente, el agua fresca, los ojitos lindos, las bocas sonrientes, los caminos largos y gratificantes, las metas conseguidas, las metas erradas, los errores como enseñanzas, los logros como recompensas, la gente como amigos.
Vivir. Al final, solo se trata de eso.
Lucia
Cuando algunos dicen 'qué jodida es esta vida' la mejor respuesta es 'nadie dijo que fuese a ser fácil'. Y es que es la cruda realidad. Nadie dijo que fuese a ser fácil.
Teniendo en cuenta que la vida empieza como una putada, un parto, un estrés, salir de tu morada calentita, silenciosa, bien nutrida, cómo iba a ser fácil. Salir a este mundo cruel, como dicen algunos, salir al ruido, a tener que buscarse el alimento (ésto último culpa de Adán y Eva), a querer o no querer, a elegir y como consecuencia de elegir, a equivocarse. Y es que nadie dijo que fuese a ser fácil.
La infancia, la adolescencia, la juventud. No hablemos más allá, que aún no lo conocemos. La vida, en general, llena de altos y de bajos, de momentos de felicidad, de tristezas. Algún golpe de vez en cuando. Algunos golpes demasiado duros.
La vida, en sí misma, no es ni buena ni mala. Y es que casi todo en esta vida depende del cristal con que se mire.
Podriamos tirarnos la vida lamentándonos de nuestras desgracias, de que llueva, de que no me quiera el que quiero que me quiera, de las esperas, de tanto hijo de puta suelto. Y podemos apreciar un dia de sol, pensar que el que quiero que me quiera tal vez sea mejor que no me quiera (sobre todo si no te quiere), que en las esperas es donde surgen las más grandes ideas, que por cada hijoputa hay al menos una persona que merece la pena (o dos, o más).
Podríamos ver el cielo, apreciar que sea azul, mirar el mar, apreciar que esté mojado, el sol caliente, el agua fresca, los ojitos lindos, las bocas sonrientes, los caminos largos y gratificantes, las metas conseguidas, las metas erradas, los errores como enseñanzas, los logros como recompensas, la gente como amigos.
Vivir. Al final, solo se trata de eso.
Lucia
domingo, 10 de abril de 2011
Desperté sudando
Desperté sudando, bastante dormida.
Con los ojos aún cerrados mi cerebro empezó a pensar,
mis manos aún hinchadas tiraron de nuevo de la sábana,
para taparme hasta arriba, hasta el cerebro.
No es hoy el día de pensar en como ha cambiado tu vida
en los últimos meses.
No es hoy el día de las grandes conclusiones,
de las teorías para la posteridad.
Hoy toca dormir, al despertar comer, tras comer, dormir.
Otro día cogeré las riendas de mi vida,
hoy me quedo aquí a dormir.
Lucía
Con los ojos aún cerrados mi cerebro empezó a pensar,
mis manos aún hinchadas tiraron de nuevo de la sábana,
para taparme hasta arriba, hasta el cerebro.
No es hoy el día de pensar en como ha cambiado tu vida
en los últimos meses.
No es hoy el día de las grandes conclusiones,
de las teorías para la posteridad.
Hoy toca dormir, al despertar comer, tras comer, dormir.
Otro día cogeré las riendas de mi vida,
hoy me quedo aquí a dormir.
Lucía
miércoles, 30 de marzo de 2011
GENTE
Hay frases, de esas que alguien te dijo una vez, que recuerdas en momentos importantes, y te iluminan el camino.
"Hacerse amar por piedad, cuando el amor solo nace de la admiración, es una idea muy digna de piedad"
Hay gente a la que nunca le pudiste decir lo que le apreciabas, aunque te regalase su frase. Va por esa gente.
Lucia
"Hacerse amar por piedad, cuando el amor solo nace de la admiración, es una idea muy digna de piedad"
Hay gente a la que nunca le pudiste decir lo que le apreciabas, aunque te regalase su frase. Va por esa gente.
Lucia
miércoles, 23 de febrero de 2011
LOS AÑOS
Cuando se miraban por las mañanas se daban cuenta de que el tiempo no pasaba en vano.
Las arrugas de sus caras llenas de experiencias hablaban de sus años, sus manos estaban gastadas, se habian tocado mucho.
Ella lo miró un momento, por encima de las gafas, y el único pensamiento claro que tuvo fue que si había pecado de algo a lo largo de todos aquellos años, había sido de no haberlo querido. Ella había vivido en una obsesión. Él.
Lucia
Las arrugas de sus caras llenas de experiencias hablaban de sus años, sus manos estaban gastadas, se habian tocado mucho.
Ella lo miró un momento, por encima de las gafas, y el único pensamiento claro que tuvo fue que si había pecado de algo a lo largo de todos aquellos años, había sido de no haberlo querido. Ella había vivido en una obsesión. Él.
Lucia
domingo, 13 de febrero de 2011
domingo, 30 de enero de 2011
FUTURO
La ansiedad por el futuro le paralizaba las ideas, ¿qué sería de ella? ¿cumpliria todos aquellos sueños que habia ido construyendo a lo largo de su adolescencia? Los años le quedaban grande, asustada por tener que salir de su caparazón, por volar del nido, por despertar de su hibernación.
Miraba a todos lados, moviendo la cabeza muy rápido, buscando la salida. La respuesta nunca estaba allá fuera.
Ella buscaba su futuro, porque necesitaba saber qué camino tomar, pero su futuro no estaba aún a la vista, o no se dejaba ver. O simplemente no existía. Su futuro, el que ella buscaba ansiosa a su alrededor, solo se encontraba en ella.
El ruido externo la confundía, dejándola sorda en su interior, sin poder escucharse a si misma. Los listos y los menos listos opinaban sin pensar sobre aquello que a ella le atormentaba, y nadie paraba dos minutos a escuchar su grito ahogado.
Dejó de buscar consejos una noche tras unas cuantas cervezas. Volvía a casa con el abrigo abierto, para impregnarse del mundo, para que el frio le diera en el pecho y le sacase de un golpe todo lo que alli escondía. Llego a casa y se metió bajo el edredón.
- Tal vez no sea hoy el día que decida mi futuro- Pensó.
Y debía estar escrito, porque ese no era el día.
Lucia
Miraba a todos lados, moviendo la cabeza muy rápido, buscando la salida. La respuesta nunca estaba allá fuera.
Ella buscaba su futuro, porque necesitaba saber qué camino tomar, pero su futuro no estaba aún a la vista, o no se dejaba ver. O simplemente no existía. Su futuro, el que ella buscaba ansiosa a su alrededor, solo se encontraba en ella.
El ruido externo la confundía, dejándola sorda en su interior, sin poder escucharse a si misma. Los listos y los menos listos opinaban sin pensar sobre aquello que a ella le atormentaba, y nadie paraba dos minutos a escuchar su grito ahogado.
Dejó de buscar consejos una noche tras unas cuantas cervezas. Volvía a casa con el abrigo abierto, para impregnarse del mundo, para que el frio le diera en el pecho y le sacase de un golpe todo lo que alli escondía. Llego a casa y se metió bajo el edredón.
- Tal vez no sea hoy el día que decida mi futuro- Pensó.
Y debía estar escrito, porque ese no era el día.
Lucia
sábado, 15 de enero de 2011
los médicos del futuro
Los médicos del futuro.
Harta de escuchar innumerables críticas a los jóvenes, la pérdida de los valores, la generación nini, y la inminente llegada del fin de la moral humana, decidí escribir lo que todos esos decepcionados con la sociedad, aburridos de si mismos y de sus trabajos no saben: cómo seremos los médicos del futuro.
Miro a mis amigos en la biblioteca y me planteo cómo seremos los médicos del futuro. Sin lugar a dudas, de los miles que saldremos de la carrera dentro de un par de años largos habrá de todo, desde el más prepotente al más empático pasando por inútiles, estresados y gente normal.
Pero miro a mi alrededor en la biblioteca, veo a mis compañeros en el hospital, veo como miran al paciente, veo como hablan al médico, como buscan la complicidad con los residentes y veo a los médicos del futuro.
He visto a compañeros coger manos, mirar a los ojos, sonreir a quien tienen delante. Los he escuchado criticar hasta la saciedad a los médicos que no miran, no escuchan, no tocan, no sienten.
He visto la empatía en cada gesto, las ganas de aprender, el respeto al que sabe, la desaprobación al que cree que todo lo sabe.
Un estudiante en un hospital es el último mono, el mono al que nadie mira llegue a donde llegue, el mono al que bronquea el celador, el auxiliar y el enfermero. Somos unos monos enanos hasta que alguien se para y nos mira... ¡somos diamantes en bruto! Ya vereis, cabrones.
Lucia
Harta de escuchar innumerables críticas a los jóvenes, la pérdida de los valores, la generación nini, y la inminente llegada del fin de la moral humana, decidí escribir lo que todos esos decepcionados con la sociedad, aburridos de si mismos y de sus trabajos no saben: cómo seremos los médicos del futuro.
Miro a mis amigos en la biblioteca y me planteo cómo seremos los médicos del futuro. Sin lugar a dudas, de los miles que saldremos de la carrera dentro de un par de años largos habrá de todo, desde el más prepotente al más empático pasando por inútiles, estresados y gente normal.
Pero miro a mi alrededor en la biblioteca, veo a mis compañeros en el hospital, veo como miran al paciente, veo como hablan al médico, como buscan la complicidad con los residentes y veo a los médicos del futuro.
He visto a compañeros coger manos, mirar a los ojos, sonreir a quien tienen delante. Los he escuchado criticar hasta la saciedad a los médicos que no miran, no escuchan, no tocan, no sienten.
He visto la empatía en cada gesto, las ganas de aprender, el respeto al que sabe, la desaprobación al que cree que todo lo sabe.
Un estudiante en un hospital es el último mono, el mono al que nadie mira llegue a donde llegue, el mono al que bronquea el celador, el auxiliar y el enfermero. Somos unos monos enanos hasta que alguien se para y nos mira... ¡somos diamantes en bruto! Ya vereis, cabrones.
Lucia
sábado, 8 de enero de 2011
MARIO BENEDETTI
No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo
pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.
Mario Benedetti
Un poema para llevar por bandera
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo
pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.
Mario Benedetti
Un poema para llevar por bandera
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